Ruidos de coches lejanos, sonidos de ciudad que nunca para. Un banco de piedra desgastado por el paso de los años y el aleteo de un jilguero entre las espesas ramas de un sauce apenado. Nubes que dibujan figuras divertidas en el horizonte, asomando el sol su cara más tenue y brillante. El olor a mar se nota, muy a pesar de encontrarme en las lejanías de la urbe, muy a pesar de encontrarme en un parque solitario donde solo estoy yo, yo y mis pensamientos. De repente, algo huele diferente. Se sienta con delicadeza para no estropear su vestido estival. Abre un libro, hojea y comienza a leer entretenida. El pelo largo le cubre gran parte de su cara, pero se dejan entrever unos ojos verdes y grandes concentrados en la lectura. Son bonitos, y ella también.
-¿Puedes dejar de mirarme?
-¿Yo? ¿Mirarte? ¿A ti?
-Si… Creo que aquí no hay nadie más, ¿no?
-En realidad si, el árbol de detrás de ti es bastante interesante.
-Entonces me cambiare de banco para que puedas observarlo mejor, ¿eh?
-No, por favor, no te vayas, no quería molestarte.
-Está bien... pero déjame leer.
-¿Que es lo que lees?
-Pablo Neruda.
-Ah sí... ese tío era un crack! Es uno de mis escritores preferidos.
- Jajaja , nunca cambiareis vuestras tácticas.
-Pero… de que me hablas? Que tácticas? Ah, no pensaras que…
-Sí, pienso que tienes mucho morro inventándote que es tu autor favorito para acercarte a mi.
- Eres una niña malcriada. Escucha y aprende:
“Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.
Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto”
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.
Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto”
-Me sorprendes, ya te diferencias en algo del árbol de ahí atrás.
-Gracias por el halago, pensabas que te mentira?
-Si, un poco.
-Pues ya has visto que no señorita, aquí donde lo ves, soy un gran lector, encantador de chicas guapas que leen a Neruda.